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Todos tenemos la necesidad de comunicarnos, pero fundamentalmente necesitamos un “interlocutor valido” donde mirarnos, donde reconocernos.
Cada día que pasa tengo una sensación de pérdida mayor, no la necesitaba ver todos los días, ni siquiera una vez a la semana, aunque últimamente la viese con más frecuencia, ella, siempre estaba allí, disponible para mi, con su mente dispuesta al dialogo, aunque nos tuviéramos que pedir la palabra, ahora tengo menos hacia donde mirar, mi soledad es un poco más profunda, mis silencios más amplios. El duelo, esa acomodación del alma a una nueva situación, debe de ser algo así.

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