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No puede uno mantenerse indiferente ante los hechos de Londres. Si execrable es un acto terrorista cometido por fanáticos, que en aras de sus intenciones siembran el pánico, el horror y la muerte, menos asumible aun, es que desde el propio poder “democrático” se asesine a una persona inocente en aras de la “seguridad”.
El fin no justifica los medios y la seguridad no puede menoscabar los valores en que se sustenta el propio sistema democrático, obviando la dignidad personal y acrecentando más la injusticia, so pena de pervertirlo convirtiéndolo en un estado policial.

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