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El jueves fui al hospital a visitar a una amiga que tiene un cáncer en fase terminal, del cual ella desconocía la existencia.
Lo primero que hizo cuando me vio, fue decirme “sabes que tengo un cáncer muy avanzado”, le di ánimo de la mejor manera posible, preguntando si necesitaba algo. Me dijo “mientras pueda, te quiero ver a menudo en mi casa, pues hay un reducido grupo de amigos a los que no quiero perder de vista en el tiempo que me quede de vida”.
Su respuesta me dejo en primera instancia estupefacto y posteriormente en un estado de lucidez que me hizo tomar conciencia de nuestra esencialidad, nuestro transito efímero por la vida y nuestras relaciones en ella.
La nuestra se fraguo en la enfermedad y muerte de su hijo y en las conversaciones que mantuvimos durante mucho tiempo sobre nuestra pasión común, el Arte, descubriéndonos en esos diálogos el uno al otro, mientras aportábamos nuestras respectivas miradas a la verdad, la belleza y la bondad.

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